Por Mane Adaro

Publicado en Atlas I.V en Diciembre, 2016.

https://atlasiv.com/una-explosion-sorda-grave-no-lejos-entrevista-al-colectivo-agencia-borde/

El 11 de Noviembre se inauguró en el Museo de Arte Contemporáneo, MAC Quinta Normal, la muestra: Una explosión sorda y grave, no muy lejos, del colectivo Agencia de Borde compuesto por Rosario Montero, Paula Salas y Sebastián Melo, en colaboración con Javier Jaimovich y Matías Vilaplana.

Resultado de una investigación que comenzó en el año 2015 y que reflexiona en la relación entre nuevos medios y paisaje contemporáneo, el proceso de trabajo del colectivo busca una relación interdisciplinaria, con estrategias antropológicas de estudio y lenguajes propios de las artes visuales y los nuevos medios. El fin, fue centrarse en los campos minados ubicados en el desierto de Atacama; investigar el paisaje desde una construcción cultural, social y política.

Para este proyecto, resultado de un Fondart 2015, comenzaron hace un año viajando cada cierto tiempo a la zona de Atacama, realizando un trabajo de campo que finaliza en la muestra expuesta. Con este propósito dialogamos con Rosario Montero, Paula Salas y Sebastián Melo, para que nos relataran sobre el proceso colectivo en la construcción del proyecto y la experiencia obtenida del paisaje nortino.

 Una explosión sorda y grave, no muy lejos, video-díptico,, 2016

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, video-díptico, 2016

1. ¿Podrían contar cómo nace el proyecto Una explosión sorda y grave, no muy lejos?

Rosario Montero: El proyecto surge desde las preocupaciones que nos agrupan en el colectivo Agencia de Borde, que son las nociones de territorio, paisaje e identidad.
Particularmente, durante un viaje que el colectivo realiza al norte de Chile,  nos toca experimentar la interrupción del territorio que surge a partir de la presencia de los campos minados. Desde ese momento compartimos la pregunta y se levanta el proyecto: ¿Qué rol juega la tecnología en la mediación de nuestra experiencia de paisaje?.

Paula Salas: De hecho, ya desde el 2013 estábamos trabajando como colectivo en proyectos de investigación y exposición que exploraban los vínculos particulares entre una comunidad y un territorio que definen su identidad cultural. Habíamos trabajado al menos en tres proyectos previos las maneras en que ciertos barrios y ciudades producen un imaginario social específico, con ciertos estereotipos de personas. Para este trabajo, como dice Rosario, nos concentramos en el papel de los medios de representación visual, como vídeo, fotografía y mapas, en relación al territorio. En este caso el imaginario social que exploramos no es sobre las personas que habitan un lugar, sino sobre los estereotipos del territorio mismo.

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, Instalación, 2016

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, Instalación, 2016

2. En relación a lo señalado por Paula, en la sala hay tres espacios definidos: un vídeo diptico, un mural o instalación con dibujos y cuatro fotografías, ¿es posible que nos comenten cómo se traduce este hallazgo en lo visual? Y  ¿cómo fue pensada entre ustedes, como colectivo, este cruce y  conexión de estas instancias en el espacio museal, pensando que cada una de estas experiencias es casi un trabajo por sí solo?

P.S.: Siempre nos imaginamos la exhibición como un portal a los campos minados, una especie de cápsula espacial que le permitiría al público percibir esos territorios desde distintas perspectivas. En ese sentido se nos ocurrió que la muestra debía ser un recorrido, es decir, una experiencia en varios pasos que van agregando sensaciones e información. Este itinerario comienza con una suerte de prólogo a las tres secciones que tu mencionas. Es la colección de postales y pinturas de pequeño formato que reciben al espectador. Este conjunto de imágenes describe los estereotipos del paisaje desértico y altiplánico, como un lugar salvaje, exótico e inhabitado.
Luego están las otras tres secciones grandes de la muestra. Las cuatro fotografías del territorio confrontan directamente el estereotipo, representando los terrenos minados sin la capa de idealización habitual. Luego, la instalación mural con dibujos, ofrece otro tipo de acercamientos al territorio, esta vez desde el punto de vista de los habitantes. Los dibujos negros son representaciones hechas por distintos residentes -turistas, pastores, guías, estudiantes, niños, entre otros- de sus recorridos por la zona. Este conjunto da una idea de la multiplicidad de experiencias del territorio y del lugar que ocupan los campos minados en el imaginario local.

S. M: Por otra parte, el video-díptico nos lleva por paisajes a los que no podríamos acceder directamente, sino sólo a través de la imagen mediada. En una de las proyecciones se hace uso de una cámara-drone para entrar a los campos minados  y recorrerlos desde el punto de vista de un caminante. Estas imágenes se combinan con vistas aéreas que nos dan la sensación de escala del territorio cubierto por minas, pero también del movimiento que ocurren dentro de estos, por ejemplo los flujos de agua que han atravesado los campos minados. En paralelo, el otro video utiliza imágenes de trampas-cámaras activadas con sensores de movimiento que registran la actividad nocturna de la fauna. Los pumas, vizcachas y gatos andinos así como los territorios minados, aparecen frente a la cámara, pero de cierta forma no existen para el ojo humano.
Por último, hay dos partes importantes de la exposición que no forman parte de estas secciones. Una es el pequeño video de una mina antipersonal y el otro elemento es la instalación sonora que engloba toda la muestra.

Mapa subjetivo realizado por Diego Alamos, 2016

Mapa subjetivo realizado por Diego Alamos, 2016

3. Efectivamente, al ver la muestra, el sonido inunda la sala llenándola de un efecto algo desestabilizador, que genera sensaciones acerca de lo perceptible e imperceptible del desierto. En relación a esto: ¿cómo fue para ustedes la exploración con la idea de un territorio minado teniendo en cuenta un estado e historia de militarización (ocupación militar) en gran parte del territorio nortino?

R.M.: Si tomamos en cuenta la extensión de los territorios de Tarapacá y Atacama por ejemplo, los campos minados no tienen grandes superficies, pero si se ubican en lugares estratégicos, utilizando la idea latente del peligro; la posibilidad de su existencia. Entonces, nuestro interés es reflexionar sobre esa idea, cómo un objeto tan pequeño logra apoderarse de un lugar tan importante y fracturar un territorio.

P.S.: Además, respecto a la militarización de la que hablas, nuestra idea era indagar esa situación, pero no desde el punto de vista periodístico, sino de la representación vs la experiencia en el territorio. Nos interesan los modos de habitar y recorrer un terreno interrumpido por las minas antipersonales. Además, investigamos de qué manera se pueden traducir esas experiencias directas a imágenes y sonidos que crean a su vez otra experiencia sensorial.

4. Imagino que la experiencia de vivir en un territorio diseñado militarmente para fragmentar y provocar miedo, produce en sí,  un tiempo particular; anacrónico, en que todo parece sucederse disolviendo la idea de pasado y presente, mientras al mismo tiempo el paisaje es vendido permanentemente para el turismo. En este caso, la historia de la militarización, la ocupación y abandono que  realizan desde el S XIX distintos actores  se entrecruzan a estas memorias de una realidad actual. Con respecto a esto, dentro  de la  investigación y exposición,  ¿aparece este tipo de “fantasmas” y conflictos?

R.M.: Quizás es un poco problemático llamarlos fantasmas, ya que supondría una aparición esporádica o diluida (sin mencionar la veracidad de la existencia). Aquello que sucede en el campo se podría describir en dos niveles: un nivel real y concreto, con el peligro de la explosión y el corte en el recorrido; el espacio negado, obscuro inaccesible, fragmentado, etc.. Por otra parte, aquello que nombra la Paula que es el nivel de las nociones e imaginaciones, cómo se construye como idea en el imaginario de quienes habitan con la particularidad de las condiciones propias de San Pedro. Con esto me refiero por ejemplo, a que si bien, la comisión de desminado ha realizado un trabajo arduo en la capacitación y educación de las comunidades cercanas a los campos, Sernatur niega por omisión la existencia de ellos. Poniendo no solo en peligro a quienes visitan estos lugares, sino generando dislocaciones simbólicas entre aquello que se vende como el paisaje Atacameño y como este se experimenta.

 Una explosión sorda y grave, no muy lejos, fotografía, 2016

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, fotografía, 2016

5. Muchos artistas han trabajado el desierto de Chile desde el cruce territorio/político, en el caso de ustedes,  ¿cómo ven que inciden las distintas experiencias  generadas con la comunidad  y en la exposición en lo político del territorio?

R. M.: La exposición, al mismo tiempo que el trabajo realizado con la comunidad se articula desde la noción de recorrido, en este sentido quisimos comprender ¿de qué manera se vive o recorre un territorio fragmentado?. Y es en esa pregunta que surge “lo político” de la obra, de qué manera tecnologías de guerra articulan y modifican la experiencia de lugar. Que si bien, en un cotidiano y con comunidades que han sido educadas en la existencia de estos terrenos minados, quizás existe menos riesgo de explotar, ocurre un tipo de violencia bastante más sutil, lo que Rob Nixon denomina como violencia lenta (slow violence), que son aquellas acciones gubernamentales que modifica el vivir; que en este caso pasa por normalizar el fragmento o invisibilizar recorridos que en otros tiempos fueron parte del cotidiano. En la exposición lo que intentamos es desobedecer el mandato, e intentar volver a ver y experimentar ese territorio, darle una imagen a aquel lugar que había sido borrado.

6. En el texto señalan que las “minas antipersonales son una tecnología que crea fronteras virtuales”; me parece interesante como enunciado. ¿A qué se refieren?

R.M.: Con esto nos referimos a que las minas funcionan tanto desde el imaginario como desde el espacio físico. En este sentido podemos decir que; por un lado las minas antipersonales existen, son de dimensiones acotadas, más pequeñas que una manzana, color verde militar y en algunos lugares asoman tímidamente bajo los arenales del desierto. Pero por otro, esa tímida existencia se traduce en un espacio mental, un imaginario que anega el espacio. Supera el espacio físico que ocupa y pasa a ser una sombra, una mancha sin límites. Un objeto que fractura el paso en la incertidumbre de no conocer su localización exacta, que no nos permite dar el siguiente paso y obliga a detenerse.

S. M: Incluso, después de que una zona es desminada, existe la posibilidad que algún explosivo siga enterrado. El proceso de desminado, a pesar del rigor con que se realiza, es inevitablemente un trabajo que reduce las probabilidades de encontrar una mina, pero no las elimina por completo. El territorio es dinámico y las minas se desplazan con el tiempo. Luego el mapa original en papel milimetrado que indica las posiciones de las minas deja de calzar. En este sentido, la virtualidad de las fronteras creada por las minas también se expresa en la imposibilidad de saber dónde están, en la incertidumbre que permanezcan ahí.

7. Hace un buen tiempo vienen trabajando  como colectivo e imagino cada uno desde sus respectivas disciplinas, ¿cómo nace y cómo se ha ido generando  esta  integración de nuevas tecnologías en sus propuestas?

P.S.:  Pienso que la principal razón para incorporar nuevas tecnologías son las nuevas preguntas. Por ejemplo hemos trabajado en investigaciones que preguntan también sobre territorio e identidad pero desde el punto de vista de las relaciones imaginarias que unen un lugar y unas personas. Estoy hablando por ejemplo del trabajo “El primer habitante” para el cual sólo usamos fotografía y dibujo en lápiz mina sobre papel. Y no es que no tuviéramos acceso a otros medios, es que con eso podíamos explorar en profundidad el tema que nos propusimos así que nos quedamos con esas dos técnicas.

En el caso de “Una Explosión” la pregunta sobre cómo crear un portal a los campos minados nos demandó otras tecnologías como el drone para entrar y registrar los campos minados, o el sonido para crear la tensión de un recorrido por esos territorios. La integración fue bastante orgánica porque logramos mantenernos enfocados en la pregunta y creo que no nos encariñamos mucho con ningún medio en particular -aunque el drone es un aparato inspirador ciertamente-. Pienso que a pesar de que cada uno de nosotros tiene sus técnicas preferidas, los cinco cooperamos en todas las estrategias que decidimos usar. Eso también fue muy entretenido del proceso, ya que los cinco aprendimos otros medios. Yo por ejemplo, de video, de drones, de animación 3D y diseño sonoro.

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, fotografía, 2016

Una explosión sorda y grave, no muy lejos, fotografía, 2016

8. Las tres obras dentro de la sala me parecen sorprendentes por sí solas, imagino lo difícil que es resolver en un espacio delimitado el cruce de obras y sensaciones. Ya desde el punto de vista del espectador, ¿cómo creen ha sido  recepcionada la propuesta, como experiencia,  para un público que es mayormente citadino y que desconoce esta particular presencia de minas antipersonales?

P.S.: Hasta ahora hemos tenido buena acogida en cuanto algunos espectadores nos han comentado sobre las sensación de tensión al recorrer la exposición. También algunos han mencionado el contraste que se produce entre las fotos y los videos, y los mapas subjetivos. Les ha llamado la atención las diferencias en la representación del territorio entre esos trabajos. También algunos nos han mencionado que la iluminación les pareció muy baja para ver bien los mapas subjetivos por ejemplo.

Nuestra idea era justamente ofrecerle a un espectador desinformado una multiplicidad de experiencias de esos territorios lejanos. En ese sentido estamos contentos con la recepción que ha tenido la muestra.

9. Hay algo cruel en la experiencia de minar un territorio, que al mismo tiempo traza y responde a una ideología.  Como proceso de trabajo colectivo y trabajo con la comunidad: ¿Qué conclusiones quedan acerca de esta experiencia?

P.S.: El trabajo con los militares fue muy ilustrativo para entender las causas por las cuales se mina un territorio en primer lugar. Conversando con ellos vimos que efectivamente como dices, hay una ideología detrás de este acto. Pero no es una política de la crueldad o la fuerza bruta -aunque esas sean sus consecuencias posteriores-, se trata de una ideología pragmática, desprovista de ética, es la lógica del fin que justifica los medios. Y ¿ Cuál es ese fin? La Patria por supuesto. La nación es vista como un valor universal que excusa, es más,  exige  el sacrificio individual.

Por otra parte, esta estrategia por más pragmática que sea en el momento de la supuesta amenaza, con los años efectivamente se transforma en un problema cotidiano para muchas personas. De este modo vimos como los campos minados ejercen una violencia pasiva sobre los habitantes locales y también las personas de paso, como turistas y trabajadores temporeros. Este tipo de violencia no se expresa en un ataque directo sino en una promesa de un daño que puede ocurrir en cualquier momento.

El experimentar personalmente el riesgo y limitación que imponen las minas al territorio, también nos hizo pensar en la necesidad e historia de los bordes fronterizos que el ejército defiende tan fieramente. La historia de la demarcación de nuestro país se puede rastrear fácilmente hasta la colonia. Son reflejo de las estrategias de dominio territorial del poder hegemónico que era España en ese tiempo. El asunto curioso es porqué hemos conservado esta herencia hasta ahora. Esta pregunta abre una interrogante con múltiples niveles de razonamientos y no nos atreveremos a responderla, sin embargo nos llama la atención la aparente necesidad de un enemigo, un otro que permite constituirse como una comunidad imaginada. Vimos por ejemplo algunos comentarios de lectores en los artículos que salieron en la prensa de la exposición que evidenciaban una xenofobia y chovinismo que no nos esperábamos. Lamentablemente descubrimos que el miedo que motivó el sembrado de minas hace 40 años sigue presente en la sociedad de un modo subterráneo.